Primer Articulo
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El mandato de Joaquín Balaguer, de acuerdo con sus auspiciadores norteamericanos, tenía como primera meta la desarticulación y destrucción de los grupos populares que habían participado en la Revolución de Abril del 65. Para ello utilizó tanto al ejército como a un grupo paramilitar de matones profesionales llamado “La Banda”, a los que calificaba en sus discursos de “fuerzas incontrolables”. Se estima que más de 3,000 dominicanos fueron asesinados sólo entre 1966 y 1974. Al entregar la presidencia en 1978, Balaguer había exterminado a la juventud más prometedora y de ideas más avanzadas con que contaba la nación.
Inversión extranjera. En el curso de su gobierno, extendido mediante represión y fraudes electorales a tres períodos constitucionales, Balaguer favoreció la inversión extranjera de capital estadounidense. De esta suerte, de 155 millones de dólares que habían invertidos en el país en 1965, se pasó a casi 600 millones de dólares en inversiones norteamericanas en 1977, las cuales abarcaban las áreas de las finanzas, las comunicaciones, el sector azucarero, el sector minero, turismo, zonas francas, etcétera. Entre las empresas que se instalaron o que ampliaron sus inversiones durante esa época se encuentran la firma canadiense-norteamericana Falconbridge Dominicana, dedicada a la explotación de ferroníquel; Rosario Dominicana, empresa norteamericana para la explotación del oro; Shell, Nestlé, Gulf & Western y Philip Morris.
Ayuda económica y endeudamiento externo. Un total 122 millones de dólares fueron erogados por los Estados Unidos entre abril de 1965 y junio de 1966, a fin de evitar la paralización económica total del país. Esta suma aumentó a 133 millones de dólares anuales durante los tres años siguientes, mientras que de junio de 1969 a junio de 1973, la ayuda promedió unos 78 millones por año. Estos fondos fueron suministrados a través de donaciones y préstamos a largo plazo negociados vía la AID de los Estados Unidos. Además, el gobierno balaguerista garantizó la entrada de importantes cantidades de divisas gracias a la cuota azucarera dominicana en el mercado norteamericano.
Obras de infraestructura. La inversión pública de los doce años estuvo dirigida en su mayor parte a la construcción de obras públicas: puertos, carreteras, acueductos, calles, escuelas, centros culturales, instalaciones deportivas, caminos vecinales, presas hidroeléctricas, etcétera. Las ciudades de Santo Domingo y Santiago concentraron el grueso de las obras, si bien también los demás poblados crecieron y se modernizaron.
Crecimiento económico y desigualdad social. El flujo de inversión y ayuda económica proveniente en inmensa medida de los Estados Unidos contribuyó a dinamizar la economía nacional, haciendo que República Dominicana gozara de una de las tasas de crecimiento macroeconómico más altas de América Latina. Sin embargo, los beneficios se concentraron en la pequeña burguesía local que se consolidaba unida a los intereses extranjeros. Así, desde 1972 la tasa anual de inflación era de un 15%, el poder adquisitivo del peso descendió en un 26%, el índice de desempleo ascendió a más del 20%, el de subempleo superó el 60% y se congelaron los salarios.
Corrupción gubernamental. Otra de las fuentes de riqueza desproporcionada que tuvo la pequeña élite nacional favorecida por el gobierno balaguerista fue la administración pública. Entre los funcionarios públicos, un sinnúmero de operaciones ilegales y actos dolosos adquirieron carácter generalizado y de normalidad: sobornos, contrabandos, cobro de comisiones, extorsión de empresarios, exoneraciones de impuestos se hicieron parte del día a día. Ante la imposibilidad de negar lo que resultaba demasiado evidente, Balaguer se atrevió a afirmar que la corrupción “se detenía en la puerta de su despacho”.
Entrega del poder en 1978. En las elecciones de 1978 compiten el doctor Joaquín Balaguer con su Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), y Antonio Guzmán Fernández por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), organización política que había sufrido en 1973 la renuncia de su líder y creador, el profesor Juan Bosch, quien inmediatamente fundó el Partido de la Liberación Dominicana.
La victoria abrumadora del PRD no es en principio aceptada por el Dr. Joaquín Balaguer, quien ordena el asalto militar de la Junta Central Electoral, interrumpe el conteo y confisca y destruye urnas de votos. Es necesaria la presión ejercida por los Estados Unidos de Jimmy Carter que se niega a aceptar un gobierno que no cuente con el voto de la mayoría. Empero, mediante la falsificación de los resultados electorales de modo que dieran mayoría senatorial y una amplia participación en la Cámara de Diputados al Partido Reformista, Balaguer se asegura el control del Senado y, con éste, del Poder Judicial (los jueces eran nombrados por el Senado).
De esta forma se protege a sí mismo y a los miembros de su partido contra un eventual sometimiento judicial por cualquiera de los múltiples casos de crímenes o corrupción que se dieron en su prolongado mandato presidencial, y garantiza una importantísima cuota de poder mientras está fuera de la presidencia, a la cual regresaría por diez años más, desde 1986 hasta 1996.
Joaquín Balaguer, uno de los funcionarios e intelectuales fundamentales de la dictadura trujillista, figura central de los 18 años posteriores a la tiranía, también dominaría la vida política nacional durante la débil “democracia” electoral que se instaura en el período que va desde 1979 hasta principios del siglo XXI.
El eterno retorno de la política dominicana
Segundo Articulo
http://www.nuso.org
Para comprender la larga y decisiva presencia de Joaquín Balaguer en la vida política, dominicana, el significado y arraigo de su figura política, acaso sea necesario entretejer un análisis de sus características personales e ideología con el ensamblaje institucional en el que Balaguer ha gobernado. Se analizan tres etapas de su vida política: su colaboración con la dictadura de Trujillo (1930-1961), su gobierno de 12 años
(1966-1978), y su retorno al poder en 1986 Es difícil condensar en pocas páginas la historia política de un hombre que ha pasado más de seis décadas en la actividad política, casi siempre vinculado directamente al manejo del Estado. Presidente reelecto en 1990 a los 84 años de edad, Joaquín Balaguer comenzó a destacarse como escritor y orador político a mediados de los años 20. Desde entonces comenzaron a forjarse sus ideas antioligárquicas y populistas que encontrarían expresión, paradójicamente, en una dictadura que fuera altamente excluyente como la del general Rafael L. Trujillo (1930-1961).
Balaguer nació el 1 de septiembre de 1906 en el poblado norteño de Navarrete, provincia de Santiago. Fue el único varón de la prole matrimonial de Joaquín Balaguer Lespier, de ascendencia catalana, y Cecilia Ricardo. Obtuvo el título de Bachiller en Filosofía y Letras en 1924 en la escuela normal de Santiago, y el de Licenciado en Derecho en 1929 en la Universidad de Santo Domingo. Posteriormente realizó estudios doctorales en la Universidad de la Soborna, París.
El gobierno de los doce años
Balaguer llegó a la Presidencia de la República en 1966 en condiciones muy difíciles. El golpe de Estado de 1963, la guerra civil de 1965, y la subsiguiente ocupación militar norteamericana habían polarizado la política dominicana a tal extremo que tornaba inviables los acuerdos entre grupos opuestos. Por otro lado, Balaguer llegó al poder en un momento de crisis muy profunda de los poderes internos, civiles y militares, que habían fracasado en estabilizar un régimen político durante la primera mitad de los años 60. Al llegar a la Presidencia en estas condiciones y con una filosofía forjada durante la dictadura de Trujillo acerca de la necesidad de las voluntades cesáreas, Balaguer se erigió rápidamente en poder superior a todas las fuerzas políticas y sociales. El régimen adquirió rápidamente un carácter personalista que fue aceptado por los sectores que vieron en su acceso al poder la posibilidad de instaurar el orden político (este fue el caso de la débil burguesía dominicana, deseosa de que el gobierno impulsara el crecimiento económico y de sectores medios y populares aterrorizados con la guerra civil de 1965 y la intervención norteamericana).
En la campaña electoral de 1966 Balaguer anunció su programa que denominó «Revolución sin sangre». Lo de revolución se refería a su intención de introducir grandes reformas, y lo de sin sangre a realizar los cambios sin violencia. Pero esto último no pasó de ser una promesa ya que la violencia fue una característica determinante del régimen, particularmente en sus primeros años.
Aunque con ciertos puntos de continuidad con el trujillismo, Balaguer definió nuevas estrategias políticas. A diferencia de Trujillo que monopolizó la economía, el proyecto económico de Balaguer tuvo como uno de sus objetivos centrales desarrollar el sector privado. Con este propósito se introdujeron leyes de incentivo en el campo industrial, financiero y turístico. No obstante, el proyecto de Balaguer fue profundamente estatista y personalista. El gobierno tuvo no sólo gran incidencia en la distribución de los beneficios al sector empresarial privado, favoreciendo sobre todo a élites empresariales con mayor acceso a la administración pública, sino que Balaguer controló directamente una buena parte del presupuesto general de la nación. Muchos de esos recursos se utilizaron para el vasto plan de construcción del gobierno que sirvió de base al proyecto clientelista.
En la campaña electoral de 1966 Balaguer anunció su programa que denominó «Revolución sin sangre». Lo de revolución se refería a su intención de introducir grandes reformas, y lo de sin sangre a realizar los cambios sin violencia. Pero esto último no pasó de ser una promesa ya que la violencia fue una característica determinante del régimen, particularmente en sus primeros años.
Aunque con ciertos puntos de continuidad con el trujillismo, Balaguer definió nuevas estrategias políticas. A diferencia de Trujillo que monopolizó la economía, el proyecto económico de Balaguer tuvo como uno de sus objetivos centrales desarrollar el sector privado. Con este propósito se introdujeron leyes de incentivo en el campo industrial, financiero y turístico. No obstante, el proyecto de Balaguer fue profundamente estatista y personalista. El gobierno tuvo no sólo gran incidencia en la distribución de los beneficios al sector empresarial privado, favoreciendo sobre todo a élites empresariales con mayor acceso a la administración pública, sino que Balaguer controló directamente una buena parte del presupuesto general de la nación. Muchos de esos recursos se utilizaron para el vasto plan de construcción del gobierno que sirvió de base al proyecto clientelista.
La corrupción pública fue otro de los fenómenos que caracterizó el gobierno de los 12 años. Para Balaguer, la corrupción en países pobres como la República Dominicana era un mal inevitable. Además de permitirla y justificarla, la corrupción fue no de esos fenómenos que le permitió a Balaguer enaltecer su propia personalidad política: la corrupción era el mal de los demás, no el suyo propio.
Es también interesante hacer referencia al estatus dual que tenía la ley en el proyecto balaguerista. Similar a Trujillo, Balaguer proclamó la ley y el respeto a ella como mecanismo fundamental de convivencia política. En la práctica, sin embargo, la voluntad cesárea del Presidente se anteponía o sobreponía al estatuto legal. Esto se evidencia en las propias contradicciones discursivas de Balaguer, que unas veces alababa la Constitución como mecanismo regulador de la convivencia política y otras veces la definía como un simple pedazo de papel. En la dirección personalista del Estado, Balaguer se asignó como objetivo de su gobierno el obtener la disciplina laboral y política. Al asumir la presidencia impuso un programa de austeridad salarial y reprimió violentamente a la clase obrera organizada y a la oposición política. Estabilidad, orden y progreso eran los emblemas del proyecto balaguerista. Y así como Trujillo se había propuesto en los años 30 reorganizar el país después de un siglo de luchas caudillistas e inestabilidad política, Balaguer hizo otro tanto después del corto pero intenso período de inestabilidad política que caracterizó los años inmediatamente posteriores a la caída de Trujillo.
En su ambigüedad con respecto a la demarcación entre la ley y la violencia, Balaguer retomó una vieja tradición de la política dominicana y latinoamericana. El planteamiento de que en una política de voluntades omnipotentes (caudillos) la ley tiene un lugar y espacio restringido, no importa cuánto se la alabe como el mecanismo más efectivo de gobierno en la nación moderna. A partir de 1966 Balaguer fue resignificando y sintetizando los temas de ordenamiento, pacificación y progreso social que se habían trastocado al caer la dictadura de Trujillo. Para Balaguer, la democracia era un objetivo que pertenecía quizás al futuro lejano pero no al presente. Su visión sobre el tema la había plasmado en su ensayo «El principio de alternabilidad en la historia dominicana» de 1952 al decir: «La Democracia, aun en los países latinoamericanos que se precian neciamente de poseer un buen régimen de gobierno, no es más que una palabra vacía que se traslada con frecuencia al papel, pero que no existe en hecho porque no puede haber justicia ni libertad en pueblos donde los hombres viven todavía como en plena Edad Media.
La vuelta de Balaguer al poder en 1966 significó para la sociedad dominicana una vez más la estabilidad política impuesta desde arriba. La vuelta de Balaguer al poder en 1966 significó para la sociedad dominicana una vez más la estabilidad política impuesta desde arriba en detrimento del libre ejercicio de los derechos civiles y políticos. De esta forma se coartó por buen tiempo el rote de espontaneidad y disidencia política que habían caracterizado los años subsiguientes a la caída de Trujillo.
Es también interesante hacer referencia al estatus dual que tenía la ley en el proyecto balaguerista. Similar a Trujillo, Balaguer proclamó la ley y el respeto a ella como mecanismo fundamental de convivencia política. En la práctica, sin embargo, la voluntad cesárea del Presidente se anteponía o sobreponía al estatuto legal. Esto se evidencia en las propias contradicciones discursivas de Balaguer, que unas veces alababa la Constitución como mecanismo regulador de la convivencia política y otras veces la definía como un simple pedazo de papel. En la dirección personalista del Estado, Balaguer se asignó como objetivo de su gobierno el obtener la disciplina laboral y política. Al asumir la presidencia impuso un programa de austeridad salarial y reprimió violentamente a la clase obrera organizada y a la oposición política. Estabilidad, orden y progreso eran los emblemas del proyecto balaguerista. Y así como Trujillo se había propuesto en los años 30 reorganizar el país después de un siglo de luchas caudillistas e inestabilidad política, Balaguer hizo otro tanto después del corto pero intenso período de inestabilidad política que caracterizó los años inmediatamente posteriores a la caída de Trujillo.
En su ambigüedad con respecto a la demarcación entre la ley y la violencia, Balaguer retomó una vieja tradición de la política dominicana y latinoamericana. El planteamiento de que en una política de voluntades omnipotentes (caudillos) la ley tiene un lugar y espacio restringido, no importa cuánto se la alabe como el mecanismo más efectivo de gobierno en la nación moderna. A partir de 1966 Balaguer fue resignificando y sintetizando los temas de ordenamiento, pacificación y progreso social que se habían trastocado al caer la dictadura de Trujillo. Para Balaguer, la democracia era un objetivo que pertenecía quizás al futuro lejano pero no al presente. Su visión sobre el tema la había plasmado en su ensayo «El principio de alternabilidad en la historia dominicana» de 1952 al decir: «La Democracia, aun en los países latinoamericanos que se precian neciamente de poseer un buen régimen de gobierno, no es más que una palabra vacía que se traslada con frecuencia al papel, pero que no existe en hecho porque no puede haber justicia ni libertad en pueblos donde los hombres viven todavía como en plena Edad Media.
La vuelta de Balaguer al poder en 1966 significó para la sociedad dominicana una vez más la estabilidad política impuesta desde arriba. La vuelta de Balaguer al poder en 1966 significó para la sociedad dominicana una vez más la estabilidad política impuesta desde arriba en detrimento del libre ejercicio de los derechos civiles y políticos. De esta forma se coartó por buen tiempo el rote de espontaneidad y disidencia política que habían caracterizado los años subsiguientes a la caída de Trujillo.
Con una Constitución que permitía la reelección, Balaguer manipuló los procesos electorales de 1970 y 1974 para asegurarse en ambas ocasiones la vuelta a la presidencia. Las condiciones, sin embargo, se presentaron adversas para 1978. Las demandas sociales de apertura, la reorganización del oposicionista PRD, y un contexto internacional favorable a la democratización, facilitaron un proceso electoral competitivo en que Balaguer perdió.
El triunfo del PRD en las elecciones de 1978 con un 52% de los votos y el intento de golpe de Estado orquestado por colaboradores del gobierno le presentó una gran disyuntiva a Balaguer: imponerse por la fuerza o reconocer la victoria del PRD y acceder a la transición. La elección no fue fácil para quien había justificado por mucho tiempo el continuismo. Finalmente el acuerdo que permitió la transición se logró en base a una manipulación de los resultados electorales en cuatro provincias que benefició al Partido Reformista con una mayoría en el Senado.
En resumen, los resultados de la gestión de Balaguer en sus doce años de gobierno (1966-1978) son ambiguos. Del lado positivo habría que señalar el crecimiento económico y el empuje a la industrialización que se produjo en esos años, el crecimiento de los sectores medios, y la decisión última de Balaguer de acceder a una transición democrática. Del lado negativo se puede señalar la represión que caracterizó el régimen, los sacrificios económicos impuestos a los sectores trabajadores en favor de la acumulación de capital, y la reafirmación del liderazgo personalizado, vertical, y autoritario.
El triunfo del PRD en las elecciones de 1978 con un 52% de los votos y el intento de golpe de Estado orquestado por colaboradores del gobierno le presentó una gran disyuntiva a Balaguer: imponerse por la fuerza o reconocer la victoria del PRD y acceder a la transición. La elección no fue fácil para quien había justificado por mucho tiempo el continuismo. Finalmente el acuerdo que permitió la transición se logró en base a una manipulación de los resultados electorales en cuatro provincias que benefició al Partido Reformista con una mayoría en el Senado.
En resumen, los resultados de la gestión de Balaguer en sus doce años de gobierno (1966-1978) son ambiguos. Del lado positivo habría que señalar el crecimiento económico y el empuje a la industrialización que se produjo en esos años, el crecimiento de los sectores medios, y la decisión última de Balaguer de acceder a una transición democrática. Del lado negativo se puede señalar la represión que caracterizó el régimen, los sacrificios económicos impuestos a los sectores trabajadores en favor de la acumulación de capital, y la reafirmación del liderazgo personalizado, vertical, y autoritario.
Hechos imborrables
La estela de dolor de los 12 años de Joaquín Balaguer
La estela de dolor de los 12 años de Joaquín Balaguer
Tercer Articulo
Diez años más. A pesar de los sangrientos 12 años, Balaguer regresó al poder en el año 1986 tras el gobierno de Salvador Jorge Blanco. Hasta 1996, a golpe de clientelismo y dádivas, intentó limpiar su imagen. Casi lo consiguió
Para procurarse su primera reelección presidencial en el año 1970, Balaguer hubo de hacer una “purga” en el Partido Reformista (PR) y enfrentar al vicepresidente de la República, Francisco Augusto Lora, quien le renunció al cargo por inconformidad.
En este período jugó un papel importante el doctor Víctor Gómez Bergés, quien dirigió el Movimiento Nacional de la Juventud (MNJ), que fue creado por Balaguer para su repostulación.
Un “sacrificio”. Así consideró Balaguer su decisión de aceptar la candidatura presidencial por el PR y el MNJ para los comicios de 1970 porque, según él, “no es bueno cambiar de caballo cuando se está vadeando un río”. Esta fue la primera reelección de los 12 años que gobernó de manera consecutiva.
Paradoja de los “12 años”. El período de los “12 años” fue de grandes logros para la República Dominicana, pues Balaguer se dedicó a estructurar y a crear una infraestructura que le ha permitido a los demás gobiernos continuar con el desarrollo del país, en opinión de Gómez Bergés.
“Fue el período donde más obras extraordinarias que contribuyeron al crecimiento del país se hicieron. Se hicieron las leyes de zonas francas y de turismo; se crearon los polos turísticos de Puerto Plata y de la zona Este; se construyeron unas 15 presas y las grandes carreteras troncales que nunca habían existido; hospitales, proyectos habitacionales para los pobres, edificios importantes; se creó conciencia a través de la escuela, construyendo un aula por día; se creó la clase media, se hicieron 300 millonarios y a su salida del poder en 1978 la deuda del país era de apenas US$1 millón”, dijo el ex colaborador de Balaguer.
La otra cara de la moneda. Sin embargo, el dirigente de izquierda Rafael -Fafa- Taveras sintetiza el gobierno de los 12 años diciendo lo siguiente: “fue el vía crucis que pasó el pueblo dominicano, ya que lo dejó lleno de luto y de dolor”.
Afirmó que durante ese período Balaguer restableció el aparato del Estado, desarticulado por la oposición, y lo recompuso; formalizó un vínculo estrechamente con Estados Unidos, y se consolidó con la opresión de los intereses controladores del país.
Todo eso, dijo, “en medio de una política de intolerancia para la clase obrera, a la que congeló los salarios durante todo el período y para las fuerzas adversas a su mandato, a las que diezmó con la persecución, la muerte y el exilio”, enfatizó.
Comienza la “zafra”. En enero de 1972, tropas combinadas de las Fuerzas Armadas enfrentaron al rupo de la resistencia conocido como “Los Palmeros”, liderado por Amaury Germán Aristy e integrado Virgilio Eugenio Perdomo Pérez, Bienvenido Silveira Leal Prandy (La Chuta) y Ulises Arquímedes Cerón Polanco, en el kilómetro 14 de la Autopista de las Américas.
Los cuatro jóvenes, que eran perseguidos bajo acusación de asalto a la sucursal del Royal Bank of Canada en el ensanche Naco, murieron tras un día de combate con el Ejército y la Fuerza Aérea Dominicana.
Ahí murieron también el capitán Virgilio Félix Almánzar Fernández y los rasos Francisco Antonio Almonte y Marcelino Reyes Reynoso.
Mordaza a la prensa. Al doctor José Francisco Peña Gomez, secretario general del PRD, y a Casimiro Castro se les impidió hacer uso de los medios de comunicación. En un programa de televisión Balaguer presentó al general Elías Wessin y Wessin como un “conspirador impenitente” y lo deportó hacia España.
“El terror, la corrupción, la persecución, la cárcel y hasta los asesinatos de dirigentes de izquierda y de periodistas hizo que Balaguer admitiera que en su gobierno operaban incontrolables”, tal como afirma Segundo Grullón en su obra “Historia electoral dominicana siglo XX”.
La Banda Colorá. La historia cuenta que tras el asesinato del dirigente de izquierda Otto Morales y la desaparición de Henry Segarra Santos y del periodista y sindicalista Guido Gil, se conformó el Frente de la Juventud Anticomunista y Antiterrorista o “La Banda” -como le llamó el pueblo-, al frente de éste estaban el teniente policial Oscar Núnez Peña, asistente del general Enrique Pérez y Pérez, y Ramón Pérez Martínez (Macorís).
Ese bandolerismo y el anticomunismo que hubo durante esa época provocó la muerte de muchos otros jóvenes de izquierda entre ellos Amín Abel Hasbún, Orlando Mazara y Maximiliano Gómez (El Moreno), secretario general del MPD, quien fue asesinado en Bélgica.
Más muertos. Del desembarco guerrillero por Playa Caracoles, en 1973, comandado por Francisco Alberto Caamaño Deñó y enfrentado por los generales Ramón Emilio Jiménez Reyes, Pérez y Pérez, Juan René Bouchamp Javier, Ramiro Matos González y el coronel Héctor García Tejada, cayeron asesinados Caamaño Deñó y Mario Nelson Galán Durán.
El 28 de marzo de ese mismo año fue asesinado Gregorio García Castro, jefe de Redacción del periódico Última Hora. Del hecho fue acusado el teniente policial Juan María Arias Sánchez.
En 1974, último período de los 12 años de gobiernos consecutivos de Balaguer, fueron asesinados el periodista Orlando Martínez, Manfredo Casado Villar, integrante del foco guerrillero que hubo en Los Cacaos en 1975; y el hermano más pequeño del último. Sobre el crimen de Orlando, Balaguer dejó en blanco la página 333 de su libro “Memorias de un Cortesano en la Era de Trujillo” para que una persona amiga la llenara después de su muerte. Nadie lo ha hecho.
ZOOM
La justificación
Toda la cadena de hechos sangrientos durante los 12 años de Balaguer, que Fafa Taveras afirma “es la mejor caracterización de ese caudillismo histórico”, Gómez Bergés la justifica diciendo: “En ese período hubo una situación de virulencia política fruto de las concentraciones Oeste-Este, Estados Unidos y la Unión Soviética que, más los residuos de la Revolución de Abril de 1965 que exacerbó los ánimos y la conciencia de un amplio sector de la juventud y la llevó al sacrifico y al enfrentamiento con odios, contra los militares que combatieron en esa guerra, desató un baño de sangre lamentable para todos que no se pudo controlar porque eran retaliaciones recíprocas”.
LAS CLAVES
1. Tras la tormenta...
Balaguer perdió las elecciones de 1978 y, tras ocho años fuera del poder, volvió a postularse para el período 1986-1990 y ganó. Con 80 años de edad y problemas de visión, Balaguer continuó su programa de construcción de grandes obras de infraestructura.
2. Política clientelar
En este período fomentó una política populista-clientelar entregando canastas, dinero y otras dádivas a los más pobres del país. Con esa base se postuló en el 2000 y fue sacado del poder.